domingo, 20 de marzo de 2011

DIOS no llama los Capacitados, sino que capacita los que el llama


por TELESFORO ISAAC*
*EL AUTOR es obispo retirado de la Iglesia Episcopal. Reside en Santo Domingo.
“Dios no llama a los capacitados, Dios capacita a los que Él llama”.


Lectura del Antiguo Testamento: Génesis 12: 1-8

Esta lectura sobre “el llamado de Dios a Abram”, tiene la particularidad de estar en consonancia con el Salmo 33: 12-22. En cuanto hacemos caso a Dios, ponemos la confianza en la presencia y poder de Él para guiar nuestras voluntades e indicar nuevos caminos, fijar nuevas metas y seguir sus mandamientos.

El Salmo 33 indica que se debe esperar al Señor, porque nuestra ayuda y escudo está en Él. Abram hizo exactamente esto.

El patriarca escuchó a Dios, estuvo confiado, y sin vacilación emprendió la aventura de una meta utópica. Lleno de fe obedeció y “salió de su tierra” para ir al lugar (desconocido de él) que Dios le iba a dar como herencia.

Se ha dicho que, “para el que no sabe donde va, cualquier camino es bueno”. Abram no tenía ejército para una conquista territorial, ni caballos para demostrar fuerza o imagen de poderoso; pero tenía fe y plena seguridad en el mandato y promesa de Dios. Sabemos que: “Dios no llama a los capacitados, Dios capacita a los que Él llama”. Abram es el prototipo de hombre a quién Dios capacita para hacer su voluntad cuando responde con fe y determinación a los designios del Señor que nos guía, nos cuida y nos guarda.

Salmo 33: 12-22

Un buen número de los salmos son plegarias, lamentos sentimentales o ruegos piadosos, expresiones de acción de gracias a Dios. El Salmo 33:12-22 tiene una connotación diferente, porque el autor hace observaciones al pueblo, a la nación, señalando que Dios está atento a lo que hacen todos los moradores de la Tierra.

Señala, que se bendice a la nación que acepta y reverencia al Señor como su Dios. Da a entender, que la verdadera autoridad y poder no residen en el rey o gobernante, ni en la “multitud del ejercito” (Fuerzas Armadas) o en la caballería: (que son aviones, tanques y jeepetas), ni en triquiñuelas politiqueras; sino en Dios el Señor, por lo que las almas deben esperar y confiar en el gran poder del cielo y la tierra, que es en verdad nuestra ayuda y escudo.

El Salmo 33:12-22, nos quiere enfatizar que: el Señor Dios bendecirá al pueblo y su misericordia será dispensada según ponemos nuestra confianza en Él.

Lectura del Nuevo Testamento: Romanos 4: 1-5 (6-12) 13-17

Pablo, el fogoso e incansable misionero de los no judíos, escribió epístolas (cartas) a las iglesias que él fundó en las ciudades que bordeaban el mar Mediterráneo.

En esas epístolas, Pablo enfatizó el papel de Dios en la redención del mundo por la muerte en la cruz, y la gloriosa resurrección de Jesucristo.

El Apóstol hizo hincapié en la salvación por la fe. En sus cartas señaló el perdón de pecados, reconciliación con Dios y la forma de vida que deben llevar los que aceptan las ‘buenas nuevas’ del Evangelio.

En la carta de Pablo a los Romanos 4: ss, el Apóstol explica la relación que hay entre la fe de Abraham y la fe de los creyentes en el Señor Jesucristo. Para él, “Abraham creyó a Dios, y por eso lo aceptó como justo”.

Al hacer esto, el patriarca no lo hizo por sus propios méritos, pues esto le daría motivo de orgullo; sencillamente él creyó y Dios lo aceptó como justo, bueno y válido.

San Pablo manifiesta que: “si alguno cree en Dios, que libra la culpa al pecado, Dios lo acepta como justo por su fe, aunque no haya hecho nada que merezca el favor divino” (Romanos 4-5). Esto quiere decir, que el humano no tiene capacidad para recibir perdón de pecado, ni ganar la vida eterna, sino por el favor que Dios le otorga en forma gratuita.

La promesa de Dios a Abraham se cumple por medio de la fe; así también se cumple la promesa de Dios al mundo entero: “Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en Él no muera, sino que tenga vida eterna” (Juan 3-16). La salvación es por medio de la fe, de esto nos habla la epístola de Pablo a los Romanos, en el capitulo 4.

Santo Evangelio: San Juan 3:1-17

La porción del Santo Evangelio del Segundo Domingo en Cuaresma, es de las selecciones mejor conocidas citadas en la Biblia.

Hay tres facetas que componen una especial integración, que son vistas y analizadas por sus valores especiales, desde el punto de vista sociológico e interpretativo del mensaje de Jesús a Nicodemo, o sea, el choque que le causa la expresión del joven profeta al importante maestro y piadoso judío y el anuncio de Jesús del amor de Dios y cómo obtener la vida eterna por la fe.

Lo primero que llama la atención, es el hecho del encuentro de Nicodemo y Jesús. El fariseo Nicodemo era miembro del Sanedrín (Consejo Supremo, Legislativo y Ejecutivo de los judíos, compuesto por setenta y un miembros de la élite intelectual, social y religiosa en Jerusalén, en el tiempo de Jesús) y -tal vez- por miedo a los conservadores fanáticos judíos, fue a visitar de noche al profeta que enseñaba con autoridad y hacía milagros múltiples y nunca vistos.

El maestro Nicodemo llamó maestro al Nazareno, dando ejemplo de una conducta de humildad y señalando que: “nadie podría hacer los milagros que tú (Jesús) haces si Dios no estuviera con él.” (Juan 3: 2b).

Esto en sí, es un reconocimiento de una dimensión sobresaliente en la personalidad, y presencia del Poder Divino en el joven predicador y sanador de enfermos, quien cura de dolencias físicas y síquicas milagrosamente.

Tomando en cuenta la posición social y religiosa de Nicodemo, él no debía visitar, asociarse y mucho menos consultar asuntos de envergadura con Jesús.

El segundo rasgo en San Juan 3:1-17, tiene que ver con el desarrollo del diálogo entre el maestro y el Maestro. Ante la expresión indagatoria del fariseo a Jesús, el profeta le recalcó que: “Te aseguro que el que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. (Juan 3:3).

El asombrado Nicodemo reaccionó con una pregunta lógica: “¿Cómo podrá nacer de nuevo un hombre que ya es viejo?” El anciano y experimentado maestro fariseo quedó estupefacto ante la insólita declaración de Jesús. Pues, ¿cómo una persona puede entrar en el vientre de su madre para nacer de nuevo?

Sin duda alguna era la primera vez que se hablaba en Jerusalén de un nuevo nacimiento. Sin embargo, se da el caso que Jesús hablaba de un nacimiento metafórico: el nacimiento de agua y del espíritu, o sea, la renovación del pensamiento, conducta, fe y relación con Dios, el prójimo y con uno mismo.

Jesús hablaba del cambio o conversión necesaria para integrarse y participar en el reino de Dios que Él anunciaba, que se iniciaba con la presencia del Verbo Divino en el mundo.

La tercera faceta de los componentes en Juan 3:1-17, es la proclamación contundente de Jesús al recalcar: “Dios amó tanto al mundo, que dio su Hijo único para que todo aquel que cree en Él no muera; sino tenga vida eterna”. (Juan 3: 16).

En esta enfática declaración de Jesús, se suma todo lo relacionado con el Creador y la humanidad; y así se hace explícito que el Señor Dios perdona al mundo condenado y se reconcilia con el linaje humano; redime a los que le buscan y creen en su Hijo, el Cristo Salvador.

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